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Mostrando entradas de noviembre, 2009

Iluminando el instante

Ella vive en Sestao, ubicado en Bilbao, país Vasco, España; muy cerquita de la Ría, está ahí por pura convicción antigua de buscar en las caras de la gente las arrugas que como avenidas la conduzcan al pasado. Este día no ha dormido, recibió una postal de alguien al que seguramente hubiera querido. Le hablaba de un sitio ajeno, tan ajeno como las patas del camello en el desierto, hace una mueca discreta, esta idea del camello, le parece pesada y sin sentido. ¿Mira que escribo?, no, fríe las patatas de la tarde. Apresura sus sentidos, la postal que le trajo el niño no tiene vuelta, la foto de un recordado paisaje ha desaparecido, en cambio muchas letras. Sin sobre, y así de pura intención las letras. No hay desorden, caligrafía antigua, bien redondeada la letra… el abuelo Frumencio dejó de hacer esos trazos en el río Lerma hace mucho, recuerda. Cierra los ojos, parpadea. No quiere leer, no lee. Prefiere desamarrar los enunciados para que se desborden en el río. Camina, la barra dispu...
Muero contigo morimos en esta mesa de café. Mudan las ideas de distancia de tu boca a la mía las palabras. Para eso están, las mesas de este café para eso sirven para vaciarnos todos y no recordarlo mañana. Me apagarán la luz, ella dormirá el silencio. Mudará de piel esta noche amanecerá distinta patas plateadas al sol de medio día. Ella me ha visto ha sentido mis manos en las tuyas ansiosa de tragarnos para guardarnos siempre soporta nuestro amor hecho nudo intento del que rompe el futuro. Silente de ojos te mira, te pierde esta mesa es mi barca viajo al pasado del libro voy en ella atando otros destinos lejos de mi las historias. No lo imagina, la mesa de este café se ha perdido conmigo.
Abre los ojos cierra las manos camina. Abre las manos cierra los ojos duerme. Cuéntame un cuento. Cállate. Vuelve de prisa con una sonrisa. Entrégame una tristeza para que te duela menos. Vete. Allá donde estés… abre los ojos.

¿ respiraba ?

- – - No te alcanza para tus sueños. - –¡ - Qué novedad! – gritó el viejo - Atrapado como estaba , preso del aire que respiraba. Lo sabía. Tenía esa heredada costumbre, la pesada costumbre de cargar lo invisible. Le pesaba el aire… Respiraba.