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Si te digo: sillones abiertos a las canciones, luego miel. Cobija de pensamientos. Te digo teatro de la vida y avispas. Te digo aquí un mar y acá los tigres, el torrente de sal, la dentellada. Las ganas de seguir, el espasmo absoluto que se acumula en las venas. No trato de comunicarme. Tal vez, trato de despedirme.  No sé si la Luna y sus eclipses... ¿los viste? naciste tú. Contradicción de poetas que no quieren decir nada y les quema en la garganta el abismo no quieren caerse: vuelan quizás no. La lengua les sostiene el pensamiento y las ventanas.  En esta contradicción de mis palabras: estás tú, yo.  Lo que he olvidado.

Tengo curiosidad pero nada de pasión

Pienso que si hubiera sido un poco más inteligente, me hubiera gustado ser científica.  Contribuir con algo y precisar de manera matemática las funciones de nuestra materia gris.  La órbita precisa de Venus, la interacción de los átomos estables. Pero no fui nada de eso, así que decidí escribir para inventármelo todo.  Es la imaginación la gran hazaña del que no calcula. Sin filtros: creas alguna mentira conveniente y sigues.  La pasión necesita la cruel verdad del hincha. Ese que dice “saber” y no cambia. Por eso soy curiosa nunca me gustaron las verdades, me parece suficiente la duda. ¿Me abrirá Dios las puertas cuando me vea o dudará que he existido? Tal vez, al no entregarle ninguna aportación finita del camino de mis pasos ella también dude de mi. Prefiero que Dios sea Diosa. Hasta ahí llega mi duda.

Prólogo para un país que no existe

Este país que no existe habita en lo imaginado. Esa posibilidad solo puede ser creada cuando pensamos en su historia. Construirnos desde ahí nos lleva inevitablemente al roce continuo de los gritos no escuchados. Habitantes del futuro,   ¿qué buscamos? Una huella quizá en el camino no seguido. No escribo desde la nostalgia de lo que no tenemos. Escribo desde la esperanza de ser encuentro porque nos hemos olvidado. Ese país sin remitente aguarda en el no lugar, no es un   asunto de poesía, tampoco de ingenuidad, es que nada somos sin el pensamiento, ¿podremos articular la pregunta que se atreva a ser respuesta? Olvidémonos del yo absoluto, cuando es en el otro que existimos. Solamente en ese momento entenderemos a la patria. No como esa figura anquilosada hecha de piedras preciosas para recordar. Sino como la apuesta que nos brinda el movimiento del lenguaje.   Fue con   él, que los que nos precedieron buscaron un lago, no como un reflejo en el desierto perplejo, sino c

Fogata

Hasta que leí ese cuento no lo había pensado: somos dos. Te levantas en mis pensamientos "ay ay ay" siembras tu patria. Discuto contigo lo que haremos. No me había dado cuenta que a veces me susurras cuentos oscuros, o desatas la insensatez dela carcajada. Al menos no hemos hablado de matar a nadie. No he encontrado un arma, creo que nos gusta más la posibilidad... por eso nos instalamos en la tristeza: es como una fogata en la que tú y yo nos calentamos. Desde lo profundo te veo hablar como el fuego. Eres el fuego. Me arrullo, me duermo y vienes en la mañana con reclamos, con tormentos. No te olvidas de mi. Eso me hace saber que sigo viva. Te propongo música, movemos los acordes. Siempre has estado aquí. Eres natural como los silencios cuando no estás.

Contrapeso

Sólo poseía una tarjeta de crédito. De antemano el dinero no existía.  En su bolsillo ese plástico era un contrapeso, el acceso al pesado mundo de la existencia.  Sin embargo, le atraía la posibilidad de tener menos que nada.  Eso lo confortaba. Rojos los números en el cero eran las barreras de infinitas decisiones que mejor no tomaba.
Veo al cometa arder, abre señales, traza caminos etéreos para sostener la esencia, la levedad del alma. El humo intrigado lo persigue sin saber que es la huella, aquello que dejó de ser. Tan frágil... deja su impronta para que la llama arda en el infinito. Buscamos perpetuamente los abismos de la pregunta, y cada tarde alguien se da cuenta que dejó de ser llama y ha vuelto a ser evanecencia transparente en el aire.

He cambiado

Por lo pronto no escribo, me disuelvo en leer cada día palabras que se balancearon en otros labios antes de llegar hasta a mí con sus rumores.  Me habitan esas letras ¿cómo es posible que me pueblen esos autores?  Discuten sus enunciados en este campo de ojos que los devora.  No encuentro la idea definitiva, la idea que me nombre, la que me haga encontrarme en el hueco que existe para mí. Me busco con prisa, desastrosa prisa que afila garras contra las metáforas.  Quiero ser, sé que seré lo que no soy. Este profundo sueño no puede detenerse, podría paralizarme ante la idea fija de la realidad, pero eso es imposible, a gritos el lance de otro enunciado me lo impide.  El lenguaje, a la vez que dice, deja de decir, y la más clara determinación del que pronuncia, se desvanece ante una duda. ¿Qué queda? Otras letras anudando el crepúsculo rojo, otro escape invisible para el segundero y la ausencia participando del presente. Estas palabras no se distraen en el