Iluminando el instante

Ella vive en Sestao, ubicado en Bilbao, país Vasco, España; muy cerquita de la Ría, está ahí por pura convicción antigua de buscar en las caras de la gente las arrugas que como avenidas la conduzcan al pasado.

Este día no ha dormido, recibió una postal de alguien al que seguramente hubiera querido. Le hablaba de un sitio ajeno, tan ajeno como las patas del camello en el desierto, hace una mueca discreta, esta idea del camello, le parece pesada y sin sentido.
¿Mira que escribo?, no, fríe las patatas de la tarde.

Apresura sus sentidos, la postal que le trajo el niño no tiene vuelta, la foto de un recordado paisaje ha desaparecido, en cambio muchas letras.

Sin sobre, y así de pura intención las letras.

No hay desorden, caligrafía antigua, bien redondeada la letra… el abuelo Frumencio dejó de hacer esos trazos en el río Lerma hace mucho, recuerda.

Cierra los ojos, parpadea.

No quiere leer, no lee. Prefiere desamarrar los enunciados para que se desborden en el río.
Camina, la barra dispuesta para el chocolate espeso de la tarde. Ella camina.

Quisiera convertir las letras en barquitos de papel y que aquel canal le dictara en voz alta las palabras. Desdobla la idea porque no me comprende; pero luego asiente, si el agua devolviera estruendosa la poesía que se traga el viento no habría más soledades, y en la soledad infinita del que dicta un silencio, estaría la muerte pura sin restricción de conocimiento.

Llegamos a un acuerdo, sonríe.

Tinta negra, resaltadas las mayúsculas. Piensa, la paz del lugar desconocido es la lectura, y comienza:
“La he elegido a Usted para describir la imagen de esta postal antigua, espero colocar una a una las palabras como ese instante de luz atrapo mi mirada; tonos grises y muy blancos, en el extremo izquierdo lleno de textura el faro, la tarde pardea, nubes iluminadas de negro en el cielo, en el fondo el mar quieto no sostiene ningún barco, parece que todos ellos se han ido del otro lado del mundo.

Puedo decir que en los lugares que yo conozco, no he visto que nadie haga esto, la cámara no la uso más que para el retrato en el local que tengo aquí en Portugalete, pongo cuidado en la fecha (17 de mayo 1876), este día en mi placa no habrá caras, ni vestidos finos de corte francés, hoy la foto le pertenece al faro. Todos me miran extraño, los paisajes son para las pinturas, dicen a murmullos las voces.

Le pido a la que recibe esta carta en 1903 que divulgue las letras que quieren nombrar la imagen, sin otro motivo que el de detener ese viaje de luz en historia escrita.
Ahora que llega a sus manos tenga la bondad de seguir con mi encargo, la imagen dice más que mil palabras, pero las palabras desatan la imaginación.
Reciba mis afectos, Cirilo.”

Caminando, sin saberlo ha llegado a la sombra del faro, piensa que tiene que planear con cuidado quien será la próxima invitada a devolverle sus pasos al tiempo.
La tarde se le fuga por los costados de noviembre, a la luz de la vela y repleta de la noche decide guardar esa tarde para siempre.

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