Con esa forma absoluta de irte te moriste María Elena. Nunca Dios fue tan tuyo tan entregado tu cuerpo a la tierra. Semilla que funda flores, almas, paseo de figura detenida. No eres voz, pero tampoco olvido. ¿Entonces, qué haces en silencio, sin la miel de cada día, qué hacen tus manos sin palabras? Con quién juegas tras tu puerta azul que cerraste al tiempo de mi vida, de la nuestra, la compartida. ¿Qué haces allá sin la hora precisa de la campana, sin tus pasos de hacer caminos? Ahí están las flores en la esquina justa de tu morada. Te querían decir... pero no te dicen nada. Yo te digo, me digo, ¡te resucito! Eres la niña que libera un pájaro a media plaza canto guardado en cascada sin lamento.
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