Con esa forma absoluta de irte
te moriste María Elena.

Nunca Dios fue tan tuyo
tan entregado tu cuerpo a la tierra.
Semilla que funda flores, almas,
paseo de figura detenida.

No eres voz, pero tampoco olvido.

¿Entonces, qué haces en silencio,
sin la miel de cada día,
qué hacen tus manos sin palabras?

Con quién juegas tras tu puerta azul
que cerraste al tiempo de mi vida,
de la nuestra, la compartida.

¿Qué haces allá sin la hora precisa de la campana,
sin tus pasos de hacer caminos?

Ahí están las flores
en la esquina justa de tu morada.
Te querían decir...
pero no te dicen nada.

Yo te digo, me digo, ¡te resucito!
Eres la niña que libera un pájaro a media plaza
canto guardado en cascada sin lamento.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Saltadores de muros

Fogata

Tengo curiosidad pero nada de pasión