La lista de un día cualquiera
La lista del día son acciones que no tienen reversa, tendrán algún recuerdo, pero el paso dado ya no cambia. El primer pensamiento cuando amanece, los cuerpos distantes de la cama, el desayuno, el bocado, el beso de buenos días en la ventana.Pasos furtivos, la prisa, el sol que no calcula el minutero, el reloj checador que no perdona. Las ganas de decirte que te quiero.
La cita de las diez, un café, dos sonrisas, los proyectos en aquel pizarrón verde que no encuentra luz de día en las sumas y nos abandonan en el laberinto de la resta.
Como contigo, se escapó el te quiero sin decirlo. Y a ti ¿cómo te ha ido? Porque a mi me estorbaron dos semáforos para llegar a tiempo. Escribí un reporte de la junta de la mañana, pero me ha quedado con tanta contradicción, tanto acuerdo no cumplido que borré cada letra para darle paso al vacío. Eso es lo que tuvo la plática, tantas palabras huecas en ese tiempo que ahora me sobraba y que más temprano me había hecho falta.
Me pareció correcto entregar una hoja blanca, con sobre, sello y firma, por qué ordenar con letras lo que todos los lunes (desde hace siete) escribo. A él no le pareció ¿te acuerdas de él? Se sentó en la silla, aventó el papel y dijo que no tenía tiempo para mi poesía ¿lo tienes tú? Te vas, queda cerca el lugar donde le das clases de francés a aquella niña, pero te distraes con los globos del parque y la fuente, sabes que tendrás que sentarte a repasar la lección para que no falte nada y valgan tus horas la clase pagada.
Dos soledades ahora. Te vas a tu vida y yo giro a la derecha, me abro paso a la carretera, el tráfico a la oficina está imposible. No, está como dos imposibles, pero yo no voy para allá y me avergüenzo.
Por lo pronto veo el primer árbol de pino, dos pinos, tres, cientos, abro la ventana, respiro. Cierro las manos. No le pareció la hoja blanca en su archivero, en ese cajón que abre todos los viernes para hacer el balance de lo que fue la semana. No le gustó el principio de un nuevo comienzo.
Cuatro llantas, se acaba la gasolina, no hay regreso. Me detengo, avanzo, pienso en mi y en el vacío de lo que se dice siempre sin ningún sentido, para volver a la rutina pactada, al camino sugerido, a la posibilidad de cumplir el destino.
Posiblemente regrese a mi destino que olvidé un día por los proyectos con gis blanco que tenían el borrador cerca.
Se hace de noche, un bosque, la busco, dos llamadas perdidas en el teléfono celular, ¿qué pregunta me iba a hacer? No quiero hablar. Martes, otra hoja blanca para mi rutina.
La cita de las diez, un café, dos sonrisas, los proyectos en aquel pizarrón verde que no encuentra luz de día en las sumas y nos abandonan en el laberinto de la resta.
Como contigo, se escapó el te quiero sin decirlo. Y a ti ¿cómo te ha ido? Porque a mi me estorbaron dos semáforos para llegar a tiempo. Escribí un reporte de la junta de la mañana, pero me ha quedado con tanta contradicción, tanto acuerdo no cumplido que borré cada letra para darle paso al vacío. Eso es lo que tuvo la plática, tantas palabras huecas en ese tiempo que ahora me sobraba y que más temprano me había hecho falta.
Me pareció correcto entregar una hoja blanca, con sobre, sello y firma, por qué ordenar con letras lo que todos los lunes (desde hace siete) escribo. A él no le pareció ¿te acuerdas de él? Se sentó en la silla, aventó el papel y dijo que no tenía tiempo para mi poesía ¿lo tienes tú? Te vas, queda cerca el lugar donde le das clases de francés a aquella niña, pero te distraes con los globos del parque y la fuente, sabes que tendrás que sentarte a repasar la lección para que no falte nada y valgan tus horas la clase pagada.
Dos soledades ahora. Te vas a tu vida y yo giro a la derecha, me abro paso a la carretera, el tráfico a la oficina está imposible. No, está como dos imposibles, pero yo no voy para allá y me avergüenzo.
Por lo pronto veo el primer árbol de pino, dos pinos, tres, cientos, abro la ventana, respiro. Cierro las manos. No le pareció la hoja blanca en su archivero, en ese cajón que abre todos los viernes para hacer el balance de lo que fue la semana. No le gustó el principio de un nuevo comienzo.
Cuatro llantas, se acaba la gasolina, no hay regreso. Me detengo, avanzo, pienso en mi y en el vacío de lo que se dice siempre sin ningún sentido, para volver a la rutina pactada, al camino sugerido, a la posibilidad de cumplir el destino.
Posiblemente regrese a mi destino que olvidé un día por los proyectos con gis blanco que tenían el borrador cerca.
Se hace de noche, un bosque, la busco, dos llamadas perdidas en el teléfono celular, ¿qué pregunta me iba a hacer? No quiero hablar. Martes, otra hoja blanca para mi rutina.
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