El cuento del río
Ayer oí un río de noche, me lavé la cara en él.
Tú siempre me dices: levántate y yo estoy aquí dormida en ese río que me moja la cara. -Bien limpia me deja la cara porque pasa y pasa.- Ya no me veo, los ojos se me han vuelto piedras incrustadas al fondo, mis manos como peces se detienen en los pies que a su vez son dos flamencos de piernas largas que pierden el tiempo mirando el fondo de aquellos ojos.
Escuché un río de noche, pero no, más bien era el aleteo de mis pestañas debatiéndose en la tormenta.
Tú siempre me dices: levántate y yo estoy aquí dormida en ese río que me moja la cara. -Bien limpia me deja la cara porque pasa y pasa.- Ya no me veo, los ojos se me han vuelto piedras incrustadas al fondo, mis manos como peces se detienen en los pies que a su vez son dos flamencos de piernas largas que pierden el tiempo mirando el fondo de aquellos ojos.
Escuché un río de noche, pero no, más bien era el aleteo de mis pestañas debatiéndose en la tormenta.
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